sábado, 12 de abril de 2008

Contratapa Critica - Fernando Peña dice...

Cuando la muerte nos anuncia que la vida está muerta y más vale morir vivo que vivir muerto. Cuando el solo hecho de pensar en que la muerte nos revive y cuando ya no sabemos para qué estamos vivos, mejor morir. Pero la muerte no ocurre cuando uno la desea. Mucha gente desea morir y la muerte ni los nota, por lo tanto aquellos deseosos siguen vivos.Se está discutiendo el tema de la eutanasia hace muchos años ya. Se condena el suicidio, que creo que es el momento justo. Sí, lo reescribo: creo que no hay nada más justo y puntual que el suicidio. Porque no sucede al azar, no es una sortija, no viene del cielo raso como una piñata. No. Es un hecho provocado. Admiro la justicia que existe en el suicidio. No entiendo por qué alguien que decide dejar de vivir es condenado. Será por eso de que Dios da la vida y Dios la quita. Entonces, los ateos seríamos inmortales, porque la creencia es una esperanza que nace a partir de uno mismo.Pero no quiero ponerme pesado porque me aburro. La pregunta que me hago es ¿por qué se está matando tanta gente en las rutas? Y no digo muriendo, digo matando. No hay una ley para prevenir esas muertes. Cualquiera que haya hojeado un panfleto de psicología sabe que todos nuestros actos son total y únicamente nuestra responsabilidad, no dije culpa, dije responsabilidad. Enseñar no es llenar una ruta de carteles o tomar un examen una vez por año. Tampoco es abarrotar la televisión de campañas preventivas. Quiero aclarar que esto no es una crítica a este Gobierno sino al ser humano. Las muertes en las rutas nos están gritando algo que no podemos escuchar. No dije que no queremos, dije que no podemos. Esto significa que la gente se quiere matar. Sí, lo reafirmo, creo que la gente anda con ganas de matarse. La vida está triste. Ya hay demasiadas soluciones al alcance de la mano. Que digo de la mano, de las yemas de los dedos. Antes había que trabajar para levantarse a una mina, había que cuidar que la comida no se quemara al ponerla en el fuego, había que buscar un teléfono público que funcionara y había que inventar juegos para los cuales teníamos que buscar las piedras, la tiza, las cucharas viejas, las papas y la arpillera. Había menos tiempo para matarse. Entre que el tiempo sobra y la vida está triste se le mete a la gente la idea de matarse como un gusanito a una manzana. No digo de suicidarse. Recuerden que, según mi criterio, el suicidio es justo.Lo que quiero decir es que hay mucha gente que no quiere continuar. Sin embargo, no creo que se quieran matar. Si existiese la posibilidad de entrar en coma voluntariamente, varios estarían vegetando. Un hecho contundente son los tranquilizantes, que son una forma de entrar en coma. Las farmacias porteñas no dan abasto. Millones de personas consumen Rivotril, Valium, Alplax, Trapax y Dormicum. No sólo eso, sino que se cruzan información de cómo le pega aquél a uno y éste al otro.¿Por qué no queremos continuar pero queremos seguir viviendo? ¿Cómo se come? Esa combinación no es posible. La inercia que provoca la tibieza de no animarse a vivir o no animarse a morir nos hace durar. Durar es el infierno. Muchos creen que están salvados ya que no han cometido el pecado de suicidarse. Quemen las Biblias y mátense de una vez. Quemen los libros de Osho y vivan de una vez. Pero hagan. Hay tantos vivos ya muertos ocupando camas en hospitales, espacio en las calles y mesas en restaurantes. La muerte es esa viuda que cerró la persiana y ya no coge, la muerte es dejar que se junte el sarro en la flor de la ducha y no retirar el par de zapatos que mandamos a hacerle la media suela. La muerte es la falta de coraje para decidir. Por eso respeto al suicida. Ese que decide mal o bien pero decide. Determina. Pienso esto no en vano. Pienso esto porque mi tía Cruz Calvo Mendizábal se suicidó. Yo tenía diez años. Cruz era hermana de mi madre. Se había separado de Yani, mi tío, y al tiempo se fue a vivir sola a un departamentito en Barrio Norte. Seguía viéndose con tres o cuatro amigas que a lo Tupac Amaru estaban en el medio. De Yani y de ella.Una tarde, mientras tomaba el té, Cruz se levantó de pronto, abrió un placard y sacó un Smith & Wesson calibre 38. “Un día me voy a matar”, anunció. Una de las amigas se levantó raudamente, tomó el revólver y lo tiró por el balcón. Conozco la situación con pelos y señales porque Sandra era muy amiga de mi madre y de Cruz. Ella fue la que lanzó el revólver. Sandra siempre recuerda su irresponsabilidad al cometer este acto y también recuerda que Cruz se rió a carcajadas cuando dijo: “Lo que acabás de hacer me importa un carajo, me compro otro”. Todos subestimaron a Cruz hasta que un día Sandra fue a visitarla y nadie abrió la puerta. Sandra tocaba el timbre y Cruz no contestaba. Sandra se fue. Al día siguiente volvió. Lo mismo, Sandra tocaba timbre y Cruz no contestaba. Sandra llamó a Jorge, un amigo de ambas, y a un tal Sorensen, amante de mi abuela Gloria Bayardo. Los tres fueron al departamentito a tocar timbre. Cruz no contestó. Lo que sigue es previsible. Forzaron la puerta y encontraron a Cruz muerta con un tiro en la sien. Sorensen tenía un puesto cualunque en el gobierno, tocó unos piolines. El acta de la policía consignaba que la puerta había sido forzada por la propia policía. Según Sandra, el forense se asombró: “Nunca vi un agujero tan perfecto, esta mujer no lo dudó, es muy difícil el tiro en la sien, generalmente el arma rebota para arriba y el disparo pifia”. Cruz tenía prohibido comer huevos duros, aún hoy ignoro por qué. Días después, la autopsia descubrió que Cruz había comido tres huevos duros antes de pegarse el tiro.Dejen de chocar sin sentido. Matémonos con responsabilidad, matémonos de a uno, matémonos cada uno con honor y no cobardemente en las canchas, en las rutas o en los discusiones conyugales. La vida está triste pero no es motivo suficiente para matar al que tal vez no quiere morir.Voto por la eutanasia, el aborto, el suicidio y el fin premeditado. Por concluir responsablemente y con coraje nuestra vida. Quedarnos dormidos y chocar, tranquilizarnos y entrar en coma, es injusto para los demás. Qué injustos y qué morbosos los que no dejaron que la francesa con la cara del hombre elefante se matara dignamente. ¿Querían que viviera porque valoraban la vida o porque no querían perderse el placer de regocijarse mirando como mutaba esa deformidad? Dejémonos de cretinadas y seamos justos con la decisión del otro. Justos como el suicidio. Justos como la decisión personal y responsable de seguir viviendo o muriendo como queremos, y no matándonos en grupo para no morir solos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre se agradecen sus reflexiones, no dejen a nadie indiferente y eso siempre es bueno. Besotes :)